viernes, 18 de diciembre de 2009

Ganar o no ganar, esa es la cuestión.

Decía un buen amigo mío, Licenciado en Traducción y Master en Comercio Internacional, que el objetivo de toda empresa es obtener beneficios, crecer y expandirse. Y aunque esté feo hablar de dinero, esa es una verdad como una casa.

No obstante, para conseguir alcanzar ese objetivo, toda empresa, grande o pequeña, debe conseguir ser competitiva y competente. De ahí la importancia de rodearse siempre de los mejores profesionales de cada sector.

Por supuesto, hoy en día cualquiera que sepa desenvolverse con un poco de soltura con la informática puede hacer una página web básica. Del mismo modo, cualquier persona con cierto nivel de idiomas puede hacer una traducción de un texto tan básica y rudimentaria como esa página web. Pero, ¿es esa la imagen que queremos dar de nuestro negocio? ¿La de amateurs? Seguro que no...

A menudo pasan por aquí clientes que aseguran que tal conocido que sabe idiomas se ha ofrecido a traducirles su web, catálogo de productos, etc. por la mitad de precio que nosotros, o que tienen a un administrativo en la oficina que puede encargarse del tema de la traducción. A menudo "perdemos" a esos clientes; a menudo visitamos su página web y, en la mayoría de los casos, encontramos traducciones amateurs donde se emplea un lenguaje demasiado literal o que incluso contienen incorrecciones y faltas de ortografía. En algunos casos nos hemos llegado a topar con traducciones realizadas mediante sistemas de traducción automática sin ningún tratamiento de post-edición. A menudo recuperamos a esos clientes y nos toca arreglar el estropicio que otros han hecho, pero ellos ya han perdido tiempo y dinero porque las cosas no se han hecho bien desde el principio. Ya se sabe el dicho: lo barato sale caro.

Y es que traducir un texto, como crear una página web o diseñar toda una estrategia publicitaria o comercial, no es moco de pavo sino que requiere el trabajo exhaustivo de todo un equipo de profesionales (traductores, revisores, lingüistas) que cuenten con los conocimientos, las destrezas y las herramientas adecuadas para poder obtener unos resultados óptimos.

Por eso, si tenemos en cuenta qué factores constituyen nuestra tarjeta de presentación de cara a nuestros clientes y a clientes potenciales, debemos preguntarnos sinceramente qué imagen queremos proyectar. Seguramente nuestra respuesta se traducirá -nunca mejor dicho- en "la de una empresa competente que cuenta sólo con profesionales cualificados."